Thursday, November 30, 2006

Miedo en las alturas o la insoportable movilidad del ser

Confieso: me cago de miedo cada que me subo a un avión. No sé qué es lo que pase, pero me da mucho más miedo que ir en camión, carro o a patín. Bueno sí sé por qué me pasa esto, pero la verdad que no es nada racional el asunto.

Racionalmente sé que las estadísticas muestran que es mucho menos probable sufrir un accidente en un avión que en un autobús o un tren. Pero sucede que en un avión me siento indefenso, vulnerable, totalmente en las manos de otro -quién sabe quién-.


En un camión puedes ir atento a lo que hace el chofer y en caso de que cometa una estupidez, te puedes agarrar muy fuerte y así no salir tan mal librado de un posible coche. ¿Pero en un avión qué puedes hacer? Si al avioncito se le ocurre que una de sus turbinas falle; si el piloto se desveló con una aeromoza en un Holiday Inn Express, o se le pasó la mano con los whiskeys, o simplemente recibió muchos gritos de su señora en la mañana y estaba distraído; o si un trabajador de Boeing o Airbus no puso un remache con la fuerza y precisión debida y, en lugar de aguntar 3700 horas de vuelo, el pegoste decide fallar a la hora 1650 de estar en el aire, y resulta que esa es la hora en que yo tomo el vuelo 439 de Frankfurt a la ciudad de México…

Tantas cosas pueden pasar, casi nunca pasan en los aviones, pero si te toca la suerte de ser el elegido para vivir un mal día para la aviación, en que uno de sus aparatos falle a pleno vuelo, lo único seguro será que no saldrás vivo del incidente.

Y con todas las nuevas aerolíneas de bajo costo (ABC, como les dicen por ahí), que te pueden llevar de Tijuana a Monterrey y de regreso por menos de 700 pesos, seguramente sufriré esta angustia más seguido. Lo bueno es que lo que no te mata te hace más fuerte (como también dicen por ahí), y con un vuelo a la quincena –por razones de precio y de trabajo– esto del miedo a la muerte aérea, o a la muerte aterrizando, ya no me pesa gran cosa. La muerte me hace los mandados... me la pellizca (como también, otros, dicen por ahí).

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Sunday, November 19, 2006

A dormir

(cuidado es adictiva)



Hay cosas que uno sabe que pasarán, y que al final, se convertirá en un gran alivio toda esa angustia que en el hoy puede sentirse.

Pero, ¿cuándo llegará ese final feliz? ¿cuándo me reiré (¿nos reiremos?) de esto?

Dan ganas de dormirse por una semana, un mes... el tiempo necesario. ¿Y si el camino es más largo? ¿Y si no llega a dónde yo pretendía-creía-dijimos tantas veces?

¡Ay, que hueva! Mejor me voy a dormir. Quizás mañana, aunque el asunto siga ahí, el despertar me traiga una pequeña -y fugaz- dosis de alivio.

Monday, November 13, 2006

Corny Sadness

A veces las grietas al querer cerrarlas se agrandan, sus pliegues se percatan del espacio entre ellos y amplían la separación.
A veces la tristeza es tan profunda, que sólo encuentra consuelo –engaño– en el sarcasmo. La mejor defensa es el ataque dicen los expertos futbolistas, ¿te chingo para que no me duela? Si te jodo me jodo, igual que cuando joder fue para ambos placentero.
Ya, un rotundo y contundente ya.
Que lo que vaya a ser, sea.

Friday, November 10, 2006

Barbacoa compartida

Dicen por ahí, dice ella atinadamente, que cada cabeza es una barbacoa, y que la de ella últimamente no es precisamente la más saludable.

¿Qué más da? La barbacoa es la barbacoa, entre más grasosa, más sabrosa.

Lo que sí sería imperdonable, sería un domingo de barbacoa, para degustar a solas.


Moraleja: la barbacoa compartida, la mejor barbacoa. ¿Nos preparamos un taco?

Loneliness: the constant presence of your barbacoa in my barbacoa.